27/12/2008

Faust

Han pasado tantas cosas en este par de días que lo mejor para seguir con este blog es contar algo que no tiene absolutamente nada que ver con fieshtas, partylines, webcams y sms que es en resumidas cuentas lo que ha dado de sí este descanso bloguero.

A mí, como a casi todo el mundo, las fiestas navideñas me parecen un coñazo. En mi casa lo más importante es Nochebuena y Navidad, y el resto da un poco igual, de hecho en fin de año ni siquiera cenamos juntos (el Hermanísimo y yo nos pasamos a tomar café el día 1 y punto) y Reyes ni lo celebramos, pero eso no quita para que nos veamos mucho porque tocan 3 cumpleaños en esas dos semanas festivas.
El día 24 cuando llegué a MA el progenitor señaló una licorera y me dijo "La he abierto". Supe en seguida a qué se refería, era una de las dos botellas de Faustino V que seguían intactas.
Esas dos botellas son lo único que queda de una caja de doce que compraron para celebrar mi llegada a este mundo. Hace mucho tiempo en una galaxia muy lejana, un 19 de diciembre por la mañana decidí que pasaba de esperar las dos semanas que me quedaban y que era hora de empezar a dar guerra. Pero luego me arrepenti y como ser nocturno que soy con poco poder de decisión, me pasé 12 horas sopesando los pros y los contras de nacer de día o de noche. Tanto pensé que el señor médico le dijo al progenitor que iba para largo y que se fuera a casa (cosa que no me extraña porque la palabra paciencia no entra en el diccionario paterno y seguro que me hubiera echado la bronca por tardona nada más verme). Dicho y hecho, se fue a casa pero antes pasó por la estación para recoger a mis tíos que llegaban para conocerme. Como ya estaba cantado que había algo que celebrar, decidieron abrir una botellita de vino para brindar por mí... y ocho botellas más tarde (entre tres personas) llamaron del hospital para decir que como ya se había hecho de noche me había decidido a dar una vueltecilla a ver qué se cocía por el mundo, así que abrieron otras dos para celebrar el alumbramiento del ser nocturno y se marcharon al hospital con la firme intención de bautizarme en honor al vino.
Esa historia se ha convertido en leyenda (llamadme Will Smith) y las dos botellas restantes siempre se guardaron bajo llave y con el máximo cariño para el día que me casara y tuviera mi primer hijo. Viajaron con nosotros desde las Tierras Verdes y han sobrevivido todos los cambios de casa que hemos realizado, pero poco a poco mi Progenitor iba viendo que las posibilidades de que se abrieran para celebrar esos dos eventos se desvanecían. La única boda que yo celebraría sería en Vegas con Spock y de hijos ni hablemos, que los niños me encantan siempre que se vayan a su casa a pasar la noche.
Parece que cumplir la edad de JC ha sido motivo suficiente para merecer descorcharme.
La botella se abrió a las siete de la tarde y estuvo respirando durante 3 horas. De color un poco marronáceo y de sabor más bien fuerte y tirando a oporto, se dejaba beber. No estaba picado y había aguantado bien el paso de los años.
Y así pasé la nochebuena este año, brindando a mi salud, feliz por no llamarme Faustina y sorbiendo el vino que me vio nacer.
Cena con Faust

Otro día contaré la historia de LOTR, libro que se esaba leyendo mi madre cuando nació el Hermanísimo... se quedó traumatizada con pesadillas sobre Gollum que venía a por su precious... Si con esta familia que tengo no sé cómo le extraña a la gente mi imaginación, mi saque alcohólico y mi marcha nocturna. Si no me quedaba otra!!!

1 comment:

José Ramón Grela said...

Yo, si hubiese sido niña, me hubiese llamado Almudena, así que, sin comentarios...