24/02/2014

Días de trueno

El miércoles por la mañana pusimos rumbo hacia Orlando donde teníamos en la lista ir al Walmart, a outlets y ver un partido de la NBA.

Partamos de la base de que el Walmart es lo peor, es algo que todos sabemos. Si por mí fuera me pasaría el día en el Whole Foods, pero yo al Walmart no voy por la calidad, a mí me lo que me da la vida del Walmart es la gente y las gocheces de las estanterías.

Allí estaba yo, viviendo un reality en directo en el que Zaqueesha y LaMartha hablaban sobre dejarle o no a su hijo?/novio? hacerse más tatuajes mientras alucinaba con todos los tipos de Oreo y las patatas fritas sabor chicken and waffles que no contenían ni una pizca de chicken, pero aún así me abstuve de probarlas. Me encantan las visitas al Walmart, siempre me lo paso genial. Un día en California un señor nos contó un montón de cosas sobre su vida y su difunta mujer por el mero hecho de que conducíamos un Ford rojo. Hay gente que va en pijama a las mil de la noche y Natalie Portman tuvo allí un hijo, así que todo bien.

Tras la parada en el outlet donde había demasiados brasileños y demasiados niños pero donde me compré unos calcetines rodilleros de nike de niño grande por $1.29 paramos a comer pre-partido y asistimos a la llegada de la madre de todas las tormentas. Allá por el año 93 pasé una semana con mis padres en Orlando. El hotel estaba enfrente de un Wet and Wild y todas las tardes cerraban unos minutos por tormenta eléctrica. Desde el Panera observamos cómo el cielo iba pasando de gris claro a plomizo antes de volverse negro del todo. Para cuando salimos de allí con la hora pegada para llegar al partido estaba jarreando y el cielo entero se iluminaba cada pocos minutos. A pesar de los atascos llegamos al centro y aparcamos sin problemas, y después de una carrerita plantamos el culo en el asiento justo en el momento en el que daba comienzo el partido.

La NBA no me gusta tanto como el furgol, pero cada vez me anima más. Eso sí, en Orlando no se lo montan tan bien como en Portland, donde los marcadores me tenían muy entretenida con los vídeos/gifs y demás tonterías para amenizar. Somos un poco gafes porque cada vez que vamos pierden los locales, lo siento por los Lakers, los Trail Blazers y los Magic. Oooooops.

Decidimos conducir hacia la costa para no tener problemas de tráfico por la mañana y llegar al Urban Outfitters puerto de Jacksonville con tiempo de sobra. Acabamos en un motel de carrera por Daytona que no nos costó ni $40 y donde compartimos desayuno a la mañana siguiente con locos de la velocidad dignos de su propio reality que compran fijo en el Walmart.



 

Mayami

Al colgar el post anterior me dije a mí misma que como echaba tanto de menos escribir en más de 140 caracteres iba a volver a bloguear en serio, pero luego empezó el viaje y me entró ese alivio tan característico de pasar de los dispositivos móviles y casi ni encendí el móvil ni el iPad, así que ahora me veo con la obligación de contarlo a toro pasado.

A estas horas de la semana pasada estaba sentada en el aeropuerto de Jacksonville medio dormida, resacosa e intentando recordar cómo había bajado del barco (sin demasiado éxito). Pero empecemos por el principio, que ya habrá tiempo de hablar del mal de tierra.

El lunes llegamos a Miami por la noche después de un estrés importante en el aeropuerto de NYC gracias a la hora de retraso que tuvimos en Barajas y a las colas interminables en inmigración a pesar de llevar el papelito que supuestamente nos daba prioridad. Llegamos a la puerta de embarque según empezaban a entrar los pasajeros. Viajar con escalas tan cortas me acaba gustando porque soy una adrenaline junkie, pero estoy segura de que me quita años de vida.

Al llegar elegimos coche por la existencia o no de entradas aux para la musiquita (prioridades) y pusimos rumbo hacia South Beach. El hotel era de estilo art déco, como el resto de la zona, y nos dieron unas tarjetas-llave dignas de puticlub, con fotos de unas churris rollo sombras de Gray que daba vergüenza sacar.

Después de aparcar salimos a dar una vuelta por la zona, pasando por delante de la casa de Versace y esquivando camareros que nos achuchaban para entrar en sus restaurantes/bares/etc. Un rollo Benidorm bastante horripilante con cócteles de medio litro con dos coronitas metidas en el vaso. Todo un esperpento para alguien tan fina como yo. Como era tarde, los sitios más apetecibles estaban cerrados y acabamos en un restaurante tirando a chusco/tourist trapero y volvimos al hotel un tanto horrorizados al ver que los bares que recomendaban como antros rockeros tenían noches de mariconeo los lunes y música techno insufrible.

El martes nos despertamos pronto y fuimos a los Everglades. Cuando le preguntamos a Google por la zona encontramos un par de rutas chulas para hacer a pie y descarté hacer una ruta en airboat por el impacto medioambiental. (Descarté en singular porque fue imposición mía. Soy así de nazi.) Estuvimos un par de horas explorando el Anhinga Trail, viendo pájaros up close and personal y a bastantes alligators dentro y fuera del agua - con mi consiguiente nerviosismo y excitement.

De vuelta a Miami pasamos por Robert is Here, un puesto/tienda ecológica con frutas de tamaño libro Guinness donde hacían batidos maravillosos que fuimos sorbiendo hasta llegar a la playa. Nos dimos un baño sorprendidos por lo calentita que estaba el Atlántico en febrero. Who'da thunk?!

Antes de volver al hotel pasamos por Wynwood, un barrio en el que se han asentado los artistas y está lleno de graffitis super currados y galerías de arte. Dimos una vuelta por Peter Tunney experience y me lo quise comprar todo y odié no ser millonaria. Por la noche cenamos por allí (después de salir a correr por South Beach) y las experiencias del día me reconciliaron un poco con la ciudad.



11/02/2014

Fiesta en el cielo

De un tiempo a esta parte, cada vez que nos íbamos de viaje nos llevábamos una libretita para hacer un diario de viaje. También de un tiempo a esta parte empecé a vivir de una manera muy intensa los 140 caracteres y me desencanté del blog. Pero también, de un tiempo a esta parte, me canso de sólo 140 caracteres y echo en falta darle rienda suelta a mi diarrea verbal.

Así que aquí estoy, tecleando mientras sobrevuelo Canadá porque no me he traído libreta para hacer un diario de viaje y porque echó de menos contar mis tonterías en formato largo.

Los preparativos de este viaje empezaron ayer por la mañana. (Bueno, en mi cabeza empezaron en verano, pero las circunstancias me impidieron tomar una decisión hasta hace un par de semanas, but that's a whole other story). A lo que iba, ayer me sonó la alarma a las 11.20 para avisarme de que ya podíamos hacer el check in online. Como me pongo siempre tan nerviosa eché un vistazo rápido a la página, leyendo la información en diagonal, y le pedí a mi acompañante que se encargara de las gestiones y me fui a lavarme los dientes. Al volver estaba rectificando su número de pasaporte, porque estaba mal. Por supuesto entré en pánico, porque el hecho de que el suyo estuviera mal solo podía indicar una cosa: el mío también y no me había dado cuenta, no me iban a dejar volar, iba a llegar al mostrador, me iban a decir que no cuadraban mi nombre y mis datos y me iban a cancelar el vuelo y me iba a tener que ir a comprar otro billete en el aeropuerto, como si fuera una romcom en la que la prota compra un vuelo adónde sea para recuperar a su amado.

No sé cómo logré pasar el resto del día y de la noche, con la duda constante de saber si podría subir o no al avión. Huelga decir que he dormido con la férula de descarga.

Esta mañana hemos llegado al aeropuerto y todo ha ido como la seda. Menudo alivio. En realidad lo hago for the lolz, para que Reche no se aburra.

Después de pasar la zona de seguridad de Barajas hemos tardado una eternidad en desayunar en el Starbucks donde parecen no ser conscientes de que la gente tiene que coger un avión. Tampoco parecen ser conscientes de que están tratando con gente de diferentes nacionalidades. Me han hecho especial gracia los vasos a nombre de 'Stif' y 'Devi'. 

Al llegar a la zona de los US of A nos ha tocado pasar el ultra super safe security check. Para ello hemos tenido que ir a otra zona donde nos han cacheado y abierto todo el equipaje. A mí me ha cacheado una señora a tope de botox que le ha dicho a su compañero que una de las maletas de la cinta 'tenía peligro'. A mí esas cosas me dan igual, pero me ha parecido un comentario digno de generar un freak out importante. A continuación un señor me ha abierto la mochila y luego la maleta. Todo iba bien hasta que ha levantado una camiseta y ha salido volando una compresa. Bridget Jones in da haus. 

Después de entregar una mini traducción pre vacacional hemos embarcado y me he enamorado de la pantalla de mi asiento. Después de tantos vuelos con Iberia ha sido maravilloso tener una selección de vídeo bajo demanda tan gustosa. Estrenos recientes conviven con clásicos básicos como Clueless, The breakfast club y Say anything. Por supuesto he visto esta última seguida de Enough said. (Menudo patrón raro). Ahora tecleo mientras escucho música, elegida de entre un repertorio que me ha dejado alucinada. Además de una selección de rock con NIN, QOTSA, Alice in chains y Cage the elephant, hay secciones de K-pop!, J-pop!, C-pop! (las exclamaciones importan!), Fiesta en el cielo (con los mejores artistas que nos ha brindando LatAm) y Music of Israel.

Qué gozada. Y lo mejor es que ahora me vuelven a dar de comer cosas ricas... y que quedan menos de dos horas para llegar a NYC donde hacemos escala antes de seguir hacia nuestro destino: Miami.