Así me encuentro.
De nuevo me enfrento a una mudanza, lo cual me recuerda a todo lo que pasó hace un año y me doy cuenta de lo poco que lo recuerdo todo. Durante esos días viví en un estado de absoluto shock sin darme cuenta. Con la lucidez del paso del tiempo veo que yo no estaba allí. Tenía la coraza tan subida que me tapaba hasta los ojos y las orejas. Me veo como si fuera una marioneta. Pasaban cosas a mi alrededor y recuerdo estar de pie mirando a la gente que venía me llevaba a sitios, me preguntaba cosas, metía cosas en cajas mientras yo miraba atónita a mi alrededor, observando cómo mi vida iba llenando cajas y más cajas que pasarían a ocupar una habitación. Subía y bajaba escaleras, seleccionaba CDs y descolgaba cuadros. Me llevé 6 años de mi vida en 2 días. Sies años de mi vida que pasaron a ocupar una habitación. Qué cosa más triste. Odiaba abrir esa puerta y ver todas esas cajas y maletas que representaban mi vida.
Ahora me mudo de nuevo, pero esta vez ha sido una decisión meditada. Ahora me voy al centro, voy a probar lo que significa vivir en la gran ciudad. Va a ser un gran cambio, nunca he vivido sin tener que recurrir al coche. El otro día fui andando a hacer dos recados y me invadió una sensación ridícula de felicidad.
Pero me da pena irme de Melrose, me lo he pasado muy bien aquí. Tengo muy buenos recuerdos, he aprendido muchas cosas y he cambiado mucho. Me he reencontrado con mi yo más adolescente pero también con uno bastante distinto, más relajado. He reaprendido cosas que tenía olvidadas.
Vivir rodeada de cajas no es bueno para mi salud mental y además me pilla en un momento de defensas muy bajas. Llevo 3 semanas currando 7 días a la semana y saliendo los fines de semana. Hoy ha sido la primera mañana en esas 3 semanas que me he despertado sin despertador. He estado durmiendo menos de lo que acostumbro a dormir y todo eso se va acumulando y va haciendo que todo se distorsione. Cuando duermes 3 horas y te levantas fresca como una lechuga, las cosas empiezan a dar miedo.
Me voy de Melrose, dejará de rodearme el silencio que al principio me hacía despertarme en mitad de la noche acostumbrada como estaba al bullicio de vivir encima de un bar con los mayores borrachos de Aravaca, de los autobuses que pasaban a 80 por callejuelas, de señoras que se llamaban de esquina a esquina para contarse dónde vendían el pescado más barato. Me voy de la piscina, de las gemelas del infierno, del parque-jardín.
Ahora dejaré las llaves del coche en casa y podré ir andando a todas partes. Me aprenderé las líneas de autobús y recordaré el plan del metro que tengo olvidado desde los 18 años.
Empieza un nuevo ciclo.